dia mundial futuros
Estamos constantemente pensando en el futuro: cuando hacemos la compra para la semana, cuando reservamos un restaurante para el domingo o cuando planeamos las vacaciones de verano. Para poder tomar decisiones sobre qué comprar en el supermercado, qué restaurante elegir o qué tipo de viaje nos apetece, primero necesitamos imaginar ese futuro. ¿De qué van a ser los táperes? ¿Qué tipo de cocina: japonesa, mexicana, italiana? ¿Prefiero desconectar en la naturaleza o explorar una ciudad?
El futuro no es algo lejano ni incierto, sino que se va moldeando día a día a través de las decisiones que tomamos en nuestra rutina. Sin embargo, existe una diferencia fundamental: el futuro personal se construye a partir de decisiones individuales, mientras que el futuro compartido requiere una visión colectiva que guíe nuestras decisiones.
Con el fin de imaginar y anticipar ese futuro compartido, uno que sea justo y sostenible para todos, hemos hablado con seis becarios de nuestra comunidad. Por eso hoy, con motivo del Día Mundial de los Futuros, trazamos los pasos que nos llevarán hasta el futuro que queremos.
1. Hacia una cultura de la adaptación
Para Adriana Pablos, arquitecta, urbanista y profesora de la Universidad de South Florida, ahora mismo nos encontramos en una “fase compleja de transición en la que, para realizar los cambios necesarios para el futuro que queremos, se requiere un enfoque más profundo y sostenido”. Como ejemplo concreto, nos habla de cuando tuvo la oportunidad de estudiar y trabajar como arquitecta en Suiza, donde descubrió una cultura arquitectónica orientada desde la planificación y a la responsabilidad sobre la edificación y la urbanización. Esta experiencia cambió su modo de entender las ciudades: son espacios que deben ser cuidados y gestionados de forma que estén preparados para cambiar.
Y ahí está la clave de cómo enfocar las ciudades del futuro, según Adriana. “Aparte de ser social y ecológicamente sostenibles y resilientes climáticamente, las ciudades deben ser capaces de crecer, decrecer o transformarse según las necesidades”. Para conseguir llegar allí, debemos planificar que las infraestructuras sean flexibles y adaptativas, y esto incluye especialmente la vivienda, que constituye el 80 % del tejido urbano.
2. Hacia una alfabetización y cultura científicas
En esta expedición hacia al futuro, si pusiéramos al volante a Iris Batalha y Elisa Izquierdo, tendrían claro qué dirección tomar: acercar la ciencia a la sociedad. Ambas son investigadoras y se dedican también a la educación.
Por un lado, Iris es investigadora sénior en el Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) y directora del curso de Nanoterapéutica en el Instituto de Educación Continua de la Universidad de Cambridge. Abanderada de la ciencia, el conocimiento y la igualdad de género, nos advierte de que la desinformación tiene graves consecuencias para la salud global, como ocurrió durante la pandemia y el movimiento antivacunas. “Las vacunas del COVID-19 fueron las primeras en las que se utilizaba ARNm. Muchas personas no lo entendieron, pero la ciencia detrás de las nanopartículas lipídicas y el ARNm no era nueva, simplemente no había suficiente incentivo para desarrollarla comercialmente”. Para Iris, su futuro ideal se consigue persiguiendo el potencial que tiene la nanociencia para transformar la salud, pero, al mismo tiempo, involucrando a los científicos en la agenda pública y en la toma de decisiones políticas.
Por su parte, Elisa, que realizó su tesis doctoral en el Departamento de Educación de la Universidad de Cambridge, está convencida del papel transformador de la educación. Elisa imagina un futuro en el que las escuelas fomenten el aprendizaje por indagación, aplicando el método científico ─la investigación─ para encontrar la solución a los problemas, con el fin de que los estudiantes desarrollen un pensamiento crítico. ¿Cómo logramos esto? A través de la alfabetización científica: “Tenemos que dejar de enseñar la ciencia únicamente como un contenido y explicar también los valores científicos: cómo se mejora, cómo se valida, cómo se matiza, cómo se refuta y cómo se construye en comunidad el conocimiento”. Los científicos tienen un universo en común, conformado por un lenguaje, unas normas y una manera de analizar el mundo. Según Elisa, hay que invitar a los alumnos a entrar en ese universo desde edades tempranas.
3. Hacia la obtención de los derechos que aún nos faltan
Si miramos al futuro, no podemos ignorar la presencia que va a tener internet: una gran parte de nuestra vida es ya online. “Hacemos contratos por correo, expresamos sentimientos a través de los chats, compartimos momentos en redes sociales”, señala Joel Samper, aunque prefiere que le llamen Sam. En su tesis doctoral en Portugal, Sam está investigando métodos para hacer que el intercambio de mensajería online sea más seguro. Actualmente, el principal desafío de la ciberseguridad es encontrar herramientas que permitan luchar contra los crímenes digitales y que a la vez permitan respetar la privacidad de los usuarios.
Cuando imagina su futuro ideal, Sam visualiza una conquista de derechos digitales. “Tendremos mayor control sobre los datos personales que compartimos o sabremos qué hacer con la presencia online de una persona fallecida”, explica. Del mismo modo, también van a aparecer nuevas herramientas que velen por estos derechos, como “criptomonedas que preservarán la seguridad contra fraudes y conservarán la privacidad de nuestras transacciones, o el hecho de que se permitirá votar de manera telemática de forma válida”, añade.
Aun así, algunos derechos conquistados del mundo off-line deberían revisitarse. Para Matilde João Mota, que investiga el papel de la mujer en el mercado laboral y su actividad económica en su doctorado en la United Nations University (UNU-MERIT), existe un área clave a atender para conseguir un futuro con igualdad de género: los cuidados. “La medida en que hombres y mujeres tienen acceso igualitario al permiso parental es fundamental para moldear los patrones de cuidado”, argumenta Matilde. De hecho, en Europa, ciertos permisos parentales obligatorios que ya se han puesto en marcha no solo han aumentado el uso de las prestaciones por parte de los hombres, sino que también han desdibujado los roles de género en el entorno familiar.
En su futuro ideal, Matilde imagina que más posiciones de liderazgo las ocupan mujeres. Primero, porque sería un mundo más justo, y segundo, porque el liderazgo femenino es beneficioso: “Se ha demostrado que los equipos de liderazgo diversos mejoran la transparencia, incorporan perspectivas éticas y sociales en la toma de decisiones y logran un rendimiento financiero más sólido”, añade Matilde.
4. Hacia una garantía de acceso a la salud mental
Durante los últimos años, hemos visto que cada vez se habla más de salud mental. Se trata de un gran avance, pero aún queda mucho por hacer. ¿Qué es lo que nos falta en este ámbito para llegar a ese futuro ideal?
Nieves Rodríguez, una estudiante de Bellas Artes que tiene el objetivo de poner el arte al servicio de la salud mental, señala que el acceso limitado a servicios psicológicos, los prejuicios y la falta de información sobre trastornos como la ansiedad y la depresión son retos persistentes. Además, le preocupa la fragilidad de los avances en salud mental, ya que en tiempos de crisis estos temas suelen relegarse a un segundo plano. “Los recursos tienden a priorizar cuestiones más urgentes”, advierte.
Para asegurarnos un futuro con el bienestar emocional en el centro, es crucial incluir la salud mental como una prioridad en las políticas públicas y en la educación. De hecho, el objetivo de Nieves es convertirse en profesora para implementar el arte como herramienta en colegios y espacios públicos. “Asignaturas como plástica o música permiten que los estudiantes se expresen, canalicen emociones y desarrollen habilidades socioemocionales, lo cual es vital para su crecimiento y educación integral”, explica Nieves.
El futuro que queremos empieza hoy
Imaginar el futuro no es solo pensar escenarios posibles, sino también un compromiso con las soluciones del presente. Las voces de Adriana, Iris, Elisa, Sam, Matilde y Nieves nos recuerdan que el futuro que queremos no ocurre de forma espontánea, sino a través de la planificación, la educación, la innovación y, lo más importante, la acción conjunta. Ya sea diseñando ciudades más sostenibles, mejorando la alfabetización científica, salvaguardando los derechos digitales, promoviendo la igualdad de género o dando prioridad a la salud mental, cada esfuerzo refleja una pieza fundamental del rompecabezas de un futuro justo, sostenible y compartido.
El mensaje es claro: el futuro no viene a nosotros, lo creamos nosotros. Pero lo más importante es, como señala Sam, mantener la serenidad y el optimismo, especialmente ante los discursos fatalistas. “La humanidad ha superado unos stress-tests de récord. Tras millones de años de «testeo» ante todo tipo de inclemencias y desafíos, seguimos aquí, en pie. No deberíamos olvidar esto. Si cada uno de nosotros colaboramos y ponemos de nuestra parte, podemos superar los retos que se nos vengan por delante”, nos recuerda.