El poder de las conexiones

Hay quienes piensan que el éxito es consecuencia del talento, el esfuerzo y la perseverancia individual. Sin embargo, quienes han tenido la oportunidad de formar parte de una comunidad de apoyo, como la red de becarios de la Fundación ”la Caixa”, saben que, muchas veces, el verdadero motor profesional y personal es otro. Es la conexión con los demás y la construcción de relaciones capaces de cambiar vidas.
En este artículo, ponemos el foco en las relaciones personales que se han forjado dentro de la comunidad de becarios de la Fundación ”la Caixa” y en su potencial transformador. Os contamos cómo estos vínculos impactan en el crecimiento profesional y personal de muchos de nuestros becarios, y de formas muy distintas. Mentorías, colaboraciones y proyectos comunes. Amistades que van más allá de las fronteras e, incluso, ¡algún romance! Conexiones y más conexiones que destilan historias de superación que jamás se habrían escrito desde la individualidad.
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El valor de la experiencia
Los comienzos de las carreras académicas no son fáciles. Los jóvenes deben enfrentarse a numerosas decisiones vitales que pueden determinar su futuro. Seleccionar los primeros proyectos, los campos de especialización o los primeros cargos de responsabilidad son solo algunos de los ejemplos que conforman la compleja maraña inicial de decisiones.
Gracias a las mentorías del Programa de Becas de la Fundación ”la Caixa”, tenemos numerosas historias inspiradoras que demuestran lo importante que es contar con el acompañamiento adecuado. El de alguien que ha recorrido un camino similar y que sabe cómo abordar estos pasos con más atino. Pero, sobre todo, que te ayuda a disfrutar al máximo del recorrido y a hacer del “durante” un camino más ameno.
En el 2017, Alejandro González Tudela decidió poner su experiencia a disposición del joven Javier Argüello Luengo, mientras ambos trabajaban en el Instituto Max Planck de Múnich. Un año después, cuando Alejandro decidió volver a investigar en España, Javier pudo acompañarle gracias a una beca de doctorado. Aquella relación permitió a Javier “aprender a través de la experiencia sobre su área de estudio, las tecnologías cuánticas, así como sobre el funcionamiento del mundo de la investigación”.
Desde entonces tuvo claro que iba a continuar la cadena de favores, poniendo en valor la experiencia. Por ese motivo aceptó llevar a cabo la mentoría de Joaquín Márquez Olguín. “Me pareció una buena oportunidad para acompañar a un estudiante en sus primeros pasos en la física, del mismo modo que Alejandro lo había hecho conmigo”, asegura Javier.
Javier Argüello Luengo
Joaquín no podía estar más agradecido: “Los primeros años de universidad pueden ser abrumadores, sobre todo cuando te mudas a una nueva ciudad y te enfrentas a un sistema educativo muy distinto al que estás acostumbrado”. Joaquín asegura que “desde el principio, los consejos de Javier fueron fundamentales” y lo ayudaron a orientarse en el entorno académico e incluso a conseguir becas y estancias que han resultado cruciales para su carrera. “Aun cuando no podía ayudarme con temas más específicos, Javier me puso en contacto con otros becarios, quienes han sido igual de amables y accesibles”, añade Joaquín. Inspirado por las recomendaciones de su mentor, recientemente contactó con Alejandro, quien aceptó supervisarlo en unas prácticas extracurriculares centradas en el diseño de algoritmos cuánticos. De este modo, lograron cerrar el valioso círculo de mentorías, transmisión de conocimiento y colaboración que, por ahora, ya conecta a tres generaciones de becarios.
Para Alejandro, Javier y Joaquín, ha sido vital tener referentes que les mostraran las oportunidades que se abrían ante ellos en cada momento. “Ha sido muy gratificante acompañarnos en estas etapas tan claves de nuestras trayectorias. Joaquín se está planteando adentrarse en la investigación de las tecnologías cuánticas, igual que hice yo cuando conocí a Alejandro, y no puedo dejar de sentir cierto orgullo y responsabilidad por ello”, asegura Javier.
Mejor mentorizados que mal acompañados
El apoyo mutuo y la colaboración entre colegas son necesarios en cualquier campo. Pero todavía lo son más en el mundo de la música. En esta disciplina, profundamente individual y a menudo solitaria, contar con alguien que entienda los desafíos y las alegrías del proceso puede marcar una gran diferencia.
Laia Puig Torné es violonchelista, docente en el Conservatorio Superior de Música de Aragón y miembro del Trío Freixas. Asegura que, gracias a la beca de la Fundación ”la Caixa”, pudo terminar sus estudios en Berlín. Por este motivo, cuando recibió un correo en que se la invitaba a participar como mentora para acompañar al clarinetista Bernat Buzzi Teixidó, no dudó en aceptar. “Me hubiese encantado poder contar con un mentor durante mis estudios con quien poder hablar en confianza sobre las dudas que surgen cuando construyes tu carrera profesional”, apunta Laia.
Bernat Buzzi, Sira Pellicer y Laia Puig
Bernat se deshace en elogios al hablar de su mentora: “Siento que, gracias a esta relación de mentoría, he ganado tanto el contacto como la estima de una música de referencia nacional, como es Laia. Ha sido un impulso importante en mi desarrollo profesional y un gran recordatorio de que el crecimiento individual se potencia a través del apoyo colectivo”.
La satisfacción que sintió Laia durante la mentoría con Bernat ha hecho que actualmente esté repitiendo la experiencia con la saxofonista y también becaria Sira Pellicer Faus. “La mentoría ha sido de gran ayuda para superar muchos desafíos, personales y profesionales. Laia tiene un perfil muy afín al mío, comprende mi situación y conoce los escenarios a los que me enfrento. Conocer su experiencia e intercambiar opiniones y consejos con ella me ha ofrecido una perspectiva más clara sobre mi ámbito profesional y me ha permitido establecer metas concretas tanto académicas como profesionales”, asegura Sira.
Puentes entre generaciones
Las becas de doctorado INPhINIT llevan años siendo un puente entre generaciones. Un nexo entre investigadores experimentados y jóvenes que inician su camino doctoral a través de las tutorías que se establecen. ¿El resultado? Historias tan inspiradoras como la de Camila Costa.
Camila estudió Física en el Instituto Superior Técnico de la Universidad de Lisboa, pero pronto se dio cuenta de que quería enfocar su carrera hacia cuestiones más biológicas, así que se puso en contacto con el que acabaría siendo su tutor, Pablo Sartori Velasco. Desde entonces, esta colaboración no solo ha acompañado a Camila a lo largo de su trayectoria profesional, también le ha abierto las puertas del Instituto Gulbenkian, donde actualmente investiga el comportamiento natatorio y el metabolismo microbiano. Una oportunidad que, asegura Camila, “no habría podido tener de no ser por la orientación del Dr. Sartori”.
Camila Costa
Otro ejemplo es el de Montserrat Escobar Rosales, quien, mientras buscaba cómo continuar con su investigación en terapias contra tumores cerebrales, se unió en el 2022 al grupo de investigación ChemSynBio, liderado por Benjamí Oller Salvia. Igual que Camila, Montserrat tampoco esperaba sentir la conexión profesional que encontró en quien dirigía, por aquel entonces, su tesis: “Yo solo buscaba un sitio para realizar mi doctorado. Pero después de un tiempo bajo su supervisión me encantó el proyecto y me di cuenta de que Benjamí no solo contaba con los requisitos que yo buscaba en un jefe, sino también en un gran mentor”. Convencida de esto, buscó diferentes fuentes de financiación para realizar el doctorado en su grupo. En el 2023, lo consiguió gracias a una beca de doctorado INPhINIT.
Montserrat Escobar y Benjamí Oller
Fue también una beca de doctorado la que llevó a Arthur Cardoso Souto a profundizar en el campo de la neurociencia, inspirado por la batalla de su abuela contra la enfermedad de Parkinson. En el Institut de Recerca Vall d’Hebron contó con la guía y el acompañamiento de Ariadna Laguna Tuset, investigadora sénior en este centro. “Ariadna me brindó un apoyo excepcional y me ayudó de manera genuina”, explica Arthur. Y añade: “Creo que las colaboraciones de este tipo nos enseñan cosas que van más allá de lo que podemos aprender en un aula o laboratorio y nos fortalecen como profesionales, pero sobre todo como individuos”.
Arthur Cardoso Souto y Ariadna Laguna Tuset
La unión hace la fuerza
Las relaciones entre becarios también han conseguido trascender la esfera académica. Algunas de estas conexiones, por ejemplo, han cristalizado en importantes proyectos colaborativos que, hoy en día, siguen cosechando éxitos.
Es el caso de los directores cinematográficos Elisa Lleras Frutos, Pablo Gómez Castro, Carlos Marqués Marcet, Elia Urquiza Castelló y David Martín Porras, quienes ya habían estudiado juntos antes de recibir una beca de la Fundación ”la Caixa”. El grupo estrechó lazos durante su estancia en la meca del cine, Los Ángeles. “En un mundo tan duro como el del cine, debíamos unirnos y hacer piña. Empezamos quedando para hacer barbacoas, algo muy típico en EE. UU., y a partir de allí empezó todo”, asegura David.
David Martín Porras
Pronto se dieron cuenta de que su talento, esfuerzo y sus ganas no bastaban. Sin un poco de colaboración era muy difícil avanzar. Por ello, decidieron aliarse y crear su propia productora, La Panda Productions, “una plataforma común que nos permitiría crecer y tener control creativo”. El primer proyecto que lanzaron fue 10.000 km, un filme dirigido por Carlos en el 2014. Con este debut consiguieron numerosas nominaciones, situándose así en el mapa internacional y marcando el camino de muchas otras series y películas de éxito.
En un campo diametralmente opuesto al cinematográfico, como es la física, nació otro proyecto colaborativo fruto de la relación entre dos becarios: el simposio Gravity: Challenges beyond General Relativity. Pablo A. Cano Molina Niñirola y Robie Hennigar ya se conocían científicamente antes de coincidir en persona. Un tiempo antes de convertirse en colegas, la competitividad hizo que se cruzaran sus caminos: “Robie y su director de tesis publicaron un artículo sobre el mismo tema en el que estábamos trabajando mi director y yo. Se nos adelantaron por muy poco. Casi nos da un infarto”, asegura Pablo.
Aunque pudiera parecer un contratiempo, supieron convertir aquella rivalidad en una gran amistad personal y profesional: “Tras esta competición, estaba claro que a ambos nos interesaban los mismos temas de investigación y nos iba a ir mejor si colaborábamos”.
Asistentes al simposio "Gravity: Challenges beyond General Relativity"
Pronto coincidieron en la necesidad de lanzar su proyecto en común: “Identificamos que había una falta importante de congresos sobre las teorías de gravedad más allá de Einstein. Ahí es donde nace el simposio, un taller de tres días con el objetivo de reunir a científicos que trabajan en aspectos clásicos, cuánticos y fenomenológicos de la gravedad, más allá de la relatividad general. El mundo académico es muy competitivo y es muy importante tener un círculo de colaboradores cercanos que proporcionan una red de apoyo y crecimiento”, apunta Pablo.
Este también fue el caso de Laura Díaz Marugán, investigadora en un campo todavía muy desconocido de la biomedicina: la relación entre la microbiota intestinal y el cerebro. En su búsqueda de expertos con perspectivas complementarias, conoció a Mireia Vallès Colomer, especialista en bioinformática y microbiota. Su conexión y entusiasmo compartido dieron lugar a una necesaria colaboración: una entrevista divulgativa abierta al público, en la que combinaron sus conocimientos para explicar cómo la microbiota influye en nuestra salud física y mental. “Entrevistar a la Dra. Vallès fue una oportunidad excepcional”, explica Laura. “No solo compartimos nuestra pasión por la investigación, sino también el deseo de destacar el papel de las mujeres jóvenes en la ciencia y llevar al público hispanohablante los avances más recientes en este campo. Una sola persona no puede abordar todas las áreas de conocimiento. Si colaboramos, las experiencias individuales pueden multiplicarse y llegar a un público más amplio”.
No estamos solos
El pasado mes de noviembre, la tragedia de la DANA dejó una huella profunda en muchos hogares de la Comunitat Valenciana. Ante esta adversidad, la comunidad de becarios respondió de forma admirable. Unas 350 personas se reunieron en Boston para celebrar una paella solidaria. Un gesto que, más allá de la recaudación de fondos, fue un símbolo de apoyo y esperanza. Muchos de los voluntarios eran becarios de la Fundación ”la Caixa”, conectados por el grupo de WhatsApp que habían creado para ayudar a los recién llegados a la capital de Massachusetts.
Pilar Baldominos, becaria de posgrado en Estados Unidos, recuerda cómo “incluso antes de enterarme de que me habían concedido la beca, ya estaba en ese grupo de WhatsApp, con más de 50 personas que habían pasado por lo mismo que yo. Fue de una ayuda enorme”.
De manera similar, Pilar y Miguel Calvo Carrera se conocieron a través de los encuentros de becarios y pronto se convirtieron en buenos amigos. En aquel entonces, Miguel cursaba su posgrado de Física en el Massachusetts Institute of Technology (MIT), el mismo centro donde estudiaban los becarios Javier Viaña Pérez y Marc de la Barrera Bardalet, también participantes en la acción solidaria por la DANA.
Pilar Baldominos y Miguel Calvo Carrera en la paella solidaria.
Pilar destaca la importancia que la comunidad ha tenido en su trayectoria académica y profesional, pero concluye que “la contribución más importante de la red de becarios en mi vida ha sido y es, sin duda, a nivel personal. La sensación de tener una familia gigante de becarios por el mundo es lo mejor de todo”. Sus palabras nos demuestran que, en tiempos de dificultad, la solidaridad y el apoyo de los demás se convierten en esperanza, recordándonos que, aunque el camino sea tortuoso, no estamos solos.
Conexiones que trascienden lo profesional
Dejamos para nuestra última historia la que quizás sea la más personal de todas. La que une a Michael Abdul-Masih y Ana Escorza Santos. Además de ser pareja, los dos científicos investigan juntos en el Instituto de Astrofísica de Canarias con sus respectivas becas. Ana reconoce que ambos se consideran tremendamente afortunados de haber conseguido sus becas al mismo tiempo, ya que es “muy poco común, sobre todo en el mundo de la astrofísica, que los dos miembros de una pareja consigan hacer sus becas de posdoctorado juntos”. Aunque empezaron como compañeros y amigos de trabajo, pronto vieron que, además de la astrofísica, tenían muchas otras cosas en común. “Ocho años después, ¡aquí seguimos!”, asegura Ana. Además del amor sentimental que los une, ambos destacan la admiración profesional mutua que sienten, la cual los ha acercado también profesionalmente, hasta el punto de colaborar en numerosos proyectos.
Michael Abdul-Masih y Ana Escorza Santos
El verdadero valor de la red
Y hasta aquí, los triunfos conseguidos por algunos de nuestros becarios al estrechar relaciones con otros miembros de la comunidad. Conexiones y más conexiones que ponen de manifiesto que detrás de cada logro individual hay una red de apoyo invisible, pero esencial: un mentor que abre puertas, un tutor que inspira, un amigo que acompaña, un colaborador que transforma.
Este es el verdadero valor de la red de becarios de la Fundación ”la Caixa”. No solo el talento de sus individuos, sino los lazos que los unen y el impulso de estas conexiones para hacer realidad historias transformadoras.