Eres mas de ciencias o de letras Un texto de Anna Vila Cunat
Becarios de doctorado de la Fundación ”la Caixa” en el ‘training’ en Girona 2024.
Creo que la clave del éxito de las jornadas de formación en Girona para los becarios de doctorado de la Fundación ”la Caixa” fue que los organizadores concibieron el desarrollo de estas jornadas sin separarnos por disciplinas y sin dividirnos entre ciencias y letras. Esta institución lo había entendido desde el principio: todos formamos parte de una misma comunidad científica y es vital poder compartir espacios conjuntos de discusión, pues es en este marco común en el que nos damos cuenta de todo aquello que nos une.
Tener la oportunidad de escuchar durante estos días de formación a científicos de la rama de las ciencias naturales me ha permitido entender que nuestros métodos difieren en la forma, pero que, en el fondo, toda la comunidad científica (tanto la social/humanista como la natural/formal) responde a una misma dinámica: la del análisis del entorno social o natural. A partir de ahí, nuestra finalidad última es exactamente la misma: contribuir al desarrollo de un mundo mejor.
Desde el (re)conocimiento de las diferencias
Hoy en día todavía hay quien se empeña en separar las “ciencias” de las “letras”. Esta idea es la que, creo, ha intensificado la sensación de que solo las primeras requieren de investigación y, por tanto, de una mayor financiación. Se parte, a mi entender, de la falsa creencia que considera que, mientras que quedan múltiples misterios irresueltos y elementos por descubrir entorno a los fenómenos naturales, los elementos que a la lengua, a la historia, a la filosofía, al derecho… se refieren, ya han sido todos descubiertos. Consecuentemente, han de ser relatados, pero no investigados; han de desarrollarse, pero no descubrirse.
Becarios de doctorado de la Fundación ”la Caixa” en el ‘training’ en Girona 2024.
Considero esta premisa falsa. Si las ciencias naturales explican fenómenos naturales, las ciencias sociales explican fenómenos sociales. Creer que las letras ya están escritas demuestra una mala comprensión del fenómeno social, siempre cambiante. Por tanto, igualmente cambiantes serán las leyes que hacen las personas, sus lenguas, su producción artística... Mientras exista el ser humano, seguirán existiendo objetos (o más bien sujetos) a analizar por parte de los científicos sociales.
Una segunda razón que suele justificar una mayor financiación para las ciencias naturales es que estas requieren equipos complejos e infraestructura de alto coste. Con esta afirmación olvidamos que con la financiación no solo, ni siquiera principalmente, se pretende pagar el material; con la financiación se reconocen, sobre todo, el tiempo y el trabajo del científico, profesionalizando así el campo de la investigación.
Anna Vilà Cuñat, becaria de doctorado INPhINIT.
Otra idea recibida en este mismo sentido es la creencia de que solo la investigación de los elementos físico-naturales es realmente útil. Esto parte de una concepción mercantilista del conocimiento, identificando el valor del mismo por su utilidad o por un resultado material y físico. El resultado que generan las ciencias sociales es más intangible y es perceptible a largo plazo; diría que, mientras que las ciencias naturales recogen frutos, las ciencias sociales plantan semillas. De esta manera, la financiación de las ciencias sociales es una inversión que se traduce no en un objeto material tan inmediato, sino en algo más abstracto, encarnado por aquellos valores que conforman la personalidad de nuestros ciudadanos y que los orientan, como una brújula moral, en la toma de sus decisiones.
En estas circunstancias, es lógico esperar que la distinta naturaleza del objeto de estudio de “ciencias” y “letras” tenga como consecuencia su funcionamiento mediante procedimientos diversos, todos ellos destinados a generar conocimiento. Unos comparan elementos geológicos; otros, elementos fonológicos; unos inducen principios a partir de la observación de reacciones naturales, otros deducen tendencias sociológicas o económicas ante cambios políticos. Sea como sea, todos proponemos hipótesis y tenemos conclusiones a las que llegar.
Becarios de doctorado de la Fundación ”la Caixa” en el ‘training’ en Girona 2024.
De la misma manera, tanto los científicos de “ciencias” como los de “letras” creemos que somos agentes de cambio y que somos capaces de ofrecer nuestra propia mirada del mundo. Debe formar parte del cometido personal del científico que cree plenamente en su causa investigadora acercarse al receptor, erigiendo puentes para que científicos naturales y sociales hagan llegar sus resultados a la esfera profesional y social. Porque la comunidad científica sigue siendo percibida como alejada de la realidad y enfrascada en sus tecnicismos: nada más contraproducente para lograr nuestra misión. Aparte de producir conocimiento, el deber de la comunidad académica es transmitirlo haciéndolo accesible y no reservarlo solo a sus cumbres cerradas y destinarlo a la acreditación entre sus iguales. De no ser así, se produce un alejamiento no solo de los ciudadanos, sino también de las instituciones a las que se supone que debemos asistir, ayudándolas a generar mejores políticas. De poco sirve producir nuestras ideas intelectualmente si no pueden ser aplicadas materialmente o diseminadas entre aquellos cuya vida intentamos mejorar. Además de canales de difusión, debemos contar con canales comunes de elaboración.
Hacia una (re)unión activa
Aparte de reintegrar el estudio de las ciencias sociales y las naturales, hay que reunir los sectores profesionales que las ejecutan. Hemos fraccionado sus fases atribuyéndolas a actores que no invitamos a nuestras discusiones, pero el debate nunca será completamente fructuoso si carece de una de las dimensiones de un mismo proceso. Si nuestro cometido no es el prestigio de una disciplina frente a la otra, o el ego de un tipo de trabajo sobre el otro, ¿por qué no hacemos aquello que maximizaría y alimentaría nuestras respectivas búsquedas de resultados y la aplicación de los mismos?
De esta manera, los foros académicos y profesionales no solo han de ser transversales en cuanto a disciplinas, sino también en referencia a la diversidad de actores que intervienen, en distintas fases del proceso, en un mismo trabajo (producción intelectual, transferencia, ejecución, aplicación…); proceso que ha de ser considerado como un todo. Los canales de transferencia no han de ser concebidos como una secuencia lineal separada por etapas, sino como una red circular entre entes que se retroalimentan.
Becarios de doctorado de la Fundación ”la Caixa” en el ‘training’ en Girona 2024.
El sueño de todo científico es que sus investigaciones impacten en los entes que tienen poder de decisión y que las pueden ejecutar. De esta manera, tejer espacios de comunicación sería más directo y eficaz. Si no lo hacemos por el valor de compartir y construir conocimiento en común, hagámoslo al menos por la eficiencia.
Finalmente, y no menos importante, también debemos contar con la implicación ciudadana. El ciudadano debe participar no solo en la elaboración de políticas que le serán destinadas, sino también en calidad de consumidor, de receptor del conocimiento generado en su sociedad. Este conocimiento lo conciencia y lo hace un ciudadano crítico. Los ciudadanos comunes han de tener derecho a recibir y a entender el conocimiento de la comunidad científica. La transferencia es solo potencial y distante si no es la comunidad científica la que se acerca de manera directa a la sociedad, a quien nos debemos, tanto científicos naturales como sociales. Contar con el input pragmático del ciudadano común y conocer de primera mano sus necesidades reales otorga, además, legitimidad democrática a las decisiones tomadas.
Llegando a la (re)integración total
Atendiendo a todo lo dicho, determinamos que es de vital importancia (re)conocer las diferencias entre las ciencias y las letras, sin pretender ni eliminarlas ni equipararlas, sino aprovecharlas. Es deseable que existan las dos, comprometidas ambas con un mismo fin: entender mejor nuestro mundo; unos, en su vertiente más física, estructural, otros, en su vertiente más social, humana. Es por todo ello por lo que nuestros trabajos no son ni incompatibles ni sustituibles; se complementan y se necesitan recíprocamente. Así, no se trata de anhelar la homogeneización, pues reconocemos que no somos iguales y tampoco pretendemos serlo. En vez de centrarnos en lo que nos diferencia, que invita a la compartimentación, conviene partir de lo que nos asocia, aquello que tiende a la (re)unión.
Es necesario reparar una separación que, en algunas ocasiones, genera la superposición de “las ciencias” a “las letras”. Esta dinámica induce a no cooperar, perjudicando la interacción no solo entre ambas, sino también entre disciplinas y actores que intervienen en distintas fases de un mismo proceso. Se trata de una división contraproducente, tanto para la producción completa de conocimiento como para la optimización de recursos a través de canales transversales.
Recordemos que lo que nos hace científicos no es un método específico, sino nuestro común objetivo de desarrollo de conocimiento y nuestro cometido para con la sociedad. No separarnos en una dicotomía impuesta que conviene superar nos ayudará a recordar que no nos debemos ni a nosotros mismos ni a organismos externos a nosotros, sino a la colectividad: la de ayer, la de hoy y la de mañana.
Crear espacios de reflexión entre los jóvenes científicos del mañana, quienes serán los actores principales de nuestra comunidad, tal como lo ha hecho la Fundación ”la Caixa” durante la training week, es un paso crucial para remar hacia la dirección de la verdadera (re)integración y del progreso sin límites.
Anna Vilà Cuñat