La investigación de Sergio Crespo-García arroja optimismo ante un posible tratamiento para la retinopatía diabética
Imagina que estás de viaje y de camino a tu destino pasas por un paisaje espléndido. Te detienes y haces una foto, pero al mirar la pantalla descubres unas manchas negras que enmascaran el horizonte. Deduces que debe haber un problema con el sensor, el “ojo” de la cámara. La solución, en este caso, puede ser sencilla: repararla o comprar una nueva. Pero, ¿y si vieras a través de tus propios ojos estas manchas?
Así es como viven los primeros síntomas las personas con diabetes de tipo 1 o tipo 2 que acaban desarrollando retinopatía diabética, la causa más frecuente de ceguera, entre los 20 y los 65 años, en los países industrializados.
Manchas oscuras entorpecen el campo de visión central en personas con retinopatía diabética.
“El tabaco y las dietas ricas en azúcares y grasas saturadas afectan a múltiples órganos, incluyendo la retina en el ojo”, explica Sergio Crespo-García, investigador en el Hôpital Maisonneuve-Rosemont Research Center, de la Universidad de Montreal. “Los altos niveles de azúcar provocan un crecimiento descontrolado de los vasos sanguíneos de la retina, encargados de aportar nutrientes a las neuronas especializadas en la visión”, explica. En consecuencia, la retina activa una serie de mecanismos para combatir esos vasos sanguíneos que “no deberían estar ahí”, como, por ejemplo, la síntesis y el acúmulo de un gran número de moléculas inflamatorias para eliminar las células enfermas, lo que contribuye a la pérdida de visión.
Sergio Crespo-García
Aunque cada vez menos pacientes sufren pérdidas de visión graves, la realidad es que una vez empiezan los primeros síntomas es muy difícil revertirla. “Hasta el momento, no existe ningún tratamiento infalible que dé solución a esta patología, más allá de la intervención con láser para quemar los puntos de vascularización activa de la retina, o las inyecciones de inhibidores del crecimiento vascular o corticoides.” El problema de estos fármacos, dice Sergio, es que no pueden diferenciar entre vasos sanguíneos sanos y vasos sanguíneos proliferativos o enfermos. “El cóctel puede resultar poco eficaz e incluso perjudicial para el paciente si se mantiene un uso prolongado.”
No obstante, hace unas semanas, los últimos descubrimientos del becario arrojaban optimismo ante un posible tratamiento. “El fármaco desarrollado por UNITY Biotechnology —en ensayo clínico de fase II— y que nosotros estamos estudiando aborda el problema desde su raíz. Diferencia selectivamente los vasos sanguíneos patológicos, de forma que los sanos quedan intactos, y eso lo dota de un nuevo nivel de seguridad y eficacia frente a las terapias actuales”, detalla Sergio. Los prometedores resultados, publicados en la revista indexada Cell Metabolism, le hacían merecedor hace unas semanas del premio Relève étoile Jacques-Genest del FRQ de Quebec. “Es halagador recibir premios, pero, más allá de ese reconocimiento, el hecho de publicar en una revista tan prestigiosa es una luz verde para seguir trabajando en esta dirección. Un artículo de pocas páginas es una gran inversión y el esfuerzo de un equipo al completo durante varios años. Es muy satisfactorio ver que otros piensan que lo que haces tiene un impacto positivo y que significa un cambio para los estándares conocidos”, reconoce.
La trayectoria de Sergio despegó en el año 2012, tras cursar un Máster de Genética y Biología Celular en la Universidad Complutense de Madrid con el apoyo de una beca de la Fundación ”la Caixa”. “Me dio la oportunidad de desarrollar mis primeros pasos en el laboratorio como investigador. Fue como una incubadora que me permitió, más adelante, optar a otras becas como la Marie Curie ITN, con la que acabé estudiando mi doctorado en oftalmología experimental y biomedicina en la Charité Universtätsmedizin de Berlín”, explica. Pero no fue hasta el año 2016, en un viaje a Japón para presentar su trabajo en un congreso de oftalmología, que conoció al neurocientífico Przemyslaw (Mike) Sapieha, el líder de su actual equipo de trabajo. “El laboratorio del profesor Sapieha había ganado mucho prestigio en la última década, por lo que ya estaba familiarizado con sus líneas de investigación y grandes avances en el campo. Al conocernos en Tokio, conectamos enseguida y tras media hora de conversación me invitó formalmente a mudarme a Canadá.” Una decisión “de la que no se arrepiente”, destaca.
La investigación que realizó junto a sus compañeros en Montreal, además, identificaba por primera vez la predisposición de estos vasos sanguíneos “enfermos” a la senescencia celular, característica compartida con enfermedades como el cáncer o aquellas estrechamente relacionadas con el envejecimiento. “En cuanto el estudio avance, se ampliarán las líneas de investigación en enfermedades con características moleculares similares. Podría catalizar el progreso de muchas otras investigaciones y ensayos farmacológicos”, concluye.